Lucas estaba de suerte. Su novia rubia, Linda, y su amante morena, Dana, habían accedido a complacerlo en una vehemens velada erótica.
Linda tenía el cabello dorado y los ojos azules, y un cuerpo delicado que parecía tallado por los ángeles. Dana, por el contrario, era una mujer fatal, toda ¿oscuridad y sensualidad. Sus tatuajes, en tinta roja, se enroscaban por sus piernas y cintura, enfatizando el contorno de sus curvas peligrosamente femeninas.
Lucas contempló embelesado a sus amantes, envueltas únicamente en candorosos encajes negros, besándose y acariciándose con fervor en la cama. El deseo lo embargó al instante, palpitando dolorosamente en sus bragas.
Dana se inclinó sobre Linda para devorar sus pechos rosados, arrancándole gemidos extasiados. Mientras tanto, Linda practicaba una hambrienta fellatio a Lucas, saboreando su miembro endurcido.
Lucas cambió de posición, penetrando a Dana desde atrás, embistiéndola salvajemente. Linda se unió a ellos, rozando con las yemas de sus dedos el apretado orificio de Dana y el miembro que la invadía.
Probó todas las posiciones prohibidas con ellas, abriendo sus cuerpos a besos, caricias y brutalidades. Sus sexos se entrelazaron en un lascivo baile de placer del que nunca querían despertar.
Los orgasmos se sucedieron sin tregua, estallando en éxtasis definitivo. Sus cuerpos se enredaron en un último y profundo abrazo, bañados por el sudor y las semillas de su descontrolada virilidad.
