Jenny era morena, con ojos café chocolate y cabello ondulado. Clara era rubia, con suaves rizos dorados y ojos azules claro. Eran mejores amigas desde la infancia y siempre se habían sentido más conectadas entre sí que con los chicos. En la adolescencia, comenzaron a sentirse atraídas la una por la otra de una manera que iba más allá de la amistad.
Ahora estaban en la universidad y convivían en un apartamento conjunto. Una noche, mientras veían una película juntas en la cama, las miradas de Jenny hacia Clara se volvieron más intensas y apasionadas. El cuerpo de Clara se estremeció al darse cuenta del deseo en los ojos chocolate de su amiga.
Emitieron un gemido casi inaudible y se abrazaron, besándose apasionadamente. Sus lenguas eran como dos flamas danzando mientras se despojaban de toda ropa, revelando piel morena y carne rosada. Jenny gimió al sentir los pechos color de crema de Clara contra los suyos, sus pezones se endurecieron.
Clara guió a Jenny hacia la cama y la hizo tenderse mientras se arrodillaba entre sus piernas y comenzaba a lamer su clítoris oscuro. Jenny enterró sus dedos en el cabello dorado de Clara y se arqueó hacia arriba,suplicando más. Clara complació todos sus deseos.
Después fue turno de Jenny de complacer a Clara. Se culparon la una a la otra al orgasmo antes de finalmente penetrarse con los dedos y lenguas ansiosas, contrastando los tonos de piel. Pasaron las horas probando diferentes posiciones alcanzando niveles más altos de placer absoluto.
Su larga noche de lujuria les recordó cuánto se amaban en realidad, más allá de cualquier etiqueta de género. Se habían convertido en amantes y se prometieron continuar explorando las profundidades de su sexualidad juntas, sin remordimientos ni tabúes. Su relación lesbiana iba a convertirse en algo apasionado e intensivo, casi obsesivo, y así lo querían. Los placeres del sexo entre ellas eran algo que nunca se cansarían de descubrir.
