Juan estaba fascinado con Eden, una canadiense de cabellos castaños rizados y ojos verde esmeralda. Su exótica belleza y salvaje sensualidad lo enloquecían. Eden adoraba el sexo anal, y Juan se propuso saciar todas sus depravadas ansias.
Una noche, Eden fue invitada a reunirse con Juan, Clara y Lucas. El deseo se apoderó de ellos al instante, tan pronto la vieron entrar con unos ajustados vaqueros y botas de cuero.
Eden tenía el cuello adornado con varios collares de cuentas, que acentuaban sus pechos generosos. Sus pezones rosados asomaban bajo la fina tela de su camiseta, endureciéndose al contacto con sus miradas lascivas.
Juan no pudo más y se arrodilló ante ella para devorar su sexo a través de la ropa. Eden gimió, arqueándose en éxtasis mientras Clara y Lucas se besaban apasionadamente.
Pronto el moreno introdujo un dedo en el apretado ano de Clara. La mujer gimió extasiada, incentivándole a continuar. Eden se unió a ellos, introduciendo dos dedos en el recto de Lucas y practicándole una hambrienta fellatio.
Probó todas las posiciones prohibidas, deliciándose penetrándola brutalmente por todos los agujeros. Sus cuerpos se enredaron en una madeja de miembros y dedos ansiosos de placer anal.
Los orgasmos se sucedieron sin tregua, coronados por eyaculaciones que mancharon su piel y ropas. Puertas adentro y afuera, exploraron cada rincón de la casa, llevando el éxtasis a todos los rincones.
Al amanecer, agotados pero saciados, se fundieron en un último y profundo abrazo. Sus mentes nubladas por el deseo, recordarían aquella noche como la más salvaje, lujuriosa y obscena de sus vidas junto a la endemoniada belleza de Eden.
